Hablemos de Trauma, una temática clave de conocer y psicoeducarnos, para entender muchas de las situaciones que nos pueden ocurrir en el presente. Necesitamos diferenciar, si lo que nos pasa tiene relación con una herida, un trauma de apego, un trauma simple o un trauma complejo.
Entonces vamos a definir primero lo que es trauma:
Como afirma Peter Levine, trauma es cómo el cuerpo responde a la amenaza a la propia vida. Es una respuesta extrema y extraordinaria, pero normal ante una situación extrema y anormal.
Por lo tanto, es una situación que sale de lo esperado en el cotidiano, resulta inesperada y eso es una de las características que lleva a que abrume a quien lo vive.
Una vez estuve en una clase online de Bessel van der Kolk, que fue muy interesante porque me permitió comprender la definición de trauma desde mi cuerpo.
Él nos planteaba, trauma es una experiencia sobrecogedora, horrenda y horrible. Que lleva el nivel de sufrimiento a tal punto, que supera la ventana de tolerancia de una persona, la deja sin recursos para afrontar la situación. Es más de lo que el sistema nervioso puede tolerar para estar regulado.
Entonces imagina una situación que te pone a límite, en que sientes en peligro tu vida y muy probablemente no hay nadie para ayudarte, claramente tu sistema nervioso busca formas de mantenerte viva en esa situación. Aquí aparecen los mecanismos de llanto de apego, lucha, huida, congelación o sometimiento. Primero, buscamos soluciones que nos conectan con los otros, luego aquellas que nos dejan completamente desconectadas.
Es por esto, que la persona que vive trauma se siente profundamente sola. Siente que nadie pudo ni puede ayudarla, que nadie estuvo ahí para ella y de esta manera, el mundo continúa su curso, mientras sufre en silencio. Esto es clave, porque cuando el trauma se genera implica que la persona se ha sentido muy sola. Desde aquí se genera un aprendizaje basado en creencias como “estoy sola y nadie está para mí”.
En cambio, si la persona ha tenido apoyo y ha estado guiada y sostenida, esto marca una gran diferencia en cargar o no con una herida traumática.
Por lo tanto, considerando las experiencias más difíciles de las primeras etapas de vida, no solo es clave lo que nos ha pasado, sino qué tan solas nos sentimos. Es clave si los padres han estado o no para ayudarnos o quizás han sido ellos mismos quienes nos han desencadenado la herida traumática.
A modo de reflexión, ¿estuvieron tus padres cuidándote en torno a las experiencias más difíciles de tu vida?, o ¿sentiste que fueron ellos mismos los responsables de tus heridas? Puedes darte un momento para pensar.
Aquí necesitamos diferenciar entre trauma complejo y simple. El complejo fue una situación repetitiva a lo largo de los años, por ejemplo, si tu padre o madre fueron maltratadores o abusadores durante tu infancia, o si viviste situaciones de hostigamiento en la escuela o en el trabajo. Esto tuvo que durar un tiempo sostenido para generar un trauma complejo.
El trauma simple es algo que ocurrió una vez, por ejemplo, una catástrofe natural, un accidente o una situación de robo con violencia. Sin embargo, la diferencia muchas veces es que en este caso la base familiar estaba en alguna medida estable, ya que el núcleo del trauma no se genera en ella.
Por lo que muy probablemente, en caso de trauma complejo, tu sistema nervioso ha vivido secuelas mucho más devastadoras que afectan tu vida. Ya que la situación sostenida, sobre todo si fue en el núcleo familiar, generó aprendizajes sobre ti misma que te marcaron para toda la vida. Aquí la experiencia de seguridad se vio transgredida.
Cuando el trauma se origina con padre, madre o las figuras de apego, hablamos de trauma de apego. Aquí quienes debían cuidarnos han llevado nuestros recursos internos al límite, tanto por no estar para nosotras como hijas, como por generar situaciones de abandono, maltrato o abuso sexual que para un infante resultan profundamente devastadoras.
Esto lleva a que desde muy niñas sintamos el hogar como un lugar amenazante, en el cual hay que desplegar ciertas estrategias para sobrevivir. Quizás padre, madre o los hermanos no resulten personas en las cuales sea posible confiar, por lo que hay que desarrollar alguna estrategia para autoprotegerse. Esas estrategias te recuerdan cada día que estás sola.
Si vivimos esto de niñas, el trauma marca nuestro sentir ante la vida y guía el comportamiento que tenemos en nuestras relaciones futuras que pueden ser estímulos para revivir el trauma.
Aunque el trauma haya sido en el pasado, o incluso en etapas muy tempranas de la vida, las sensaciones propias de la experiencia traumática conducen a revivirlo día a día. Las memorias del trauma regresan constantemente en forma de sensaciones y emociones, por lo que cada día posterior es difícil. Incluso a largo plazo, el trauma pasa a formar parte de la personalidad e identidad de las personas.
Las experiencias traumáticas tempranas, crean el cerebro que la persona tendrá de adulta, por lo que las secuelas son más devastadores cuanto más pequeño se es. Este punto es sumamente trascendental, ya que el trauma tiene un impacto diferente en el cerebro si ocurre en la infancia o en la etapa adulta. Si una niña o un niño, es descuidado, maltratado o herido, su cerebro registra la creencia: «nadie te quiere», «hay algo malo contigo», por lo que esta sensación termina por corroborarse en su identidad como persona adulta.
El que sea una situación que pone a la persona al límite de sus recursos, hace que luego, tanto en la vida como en un proceso terapéutico, sea difícil expresarlo en palabras, ya que el cuerpo se activa. El corazón palpita, la persona suda, se queda en blanco, se disocia, siente intensas ganas de llorar o salir corriendo.
Las personas afectadas por el trauma sienten que no tienen control sobre las reacciones de su cuerpo y se perciben a sí mismos con vergüenza, culpa y no pocas veces como enloquecidos por sus reacciones sin sentido.
Los detalles del trauma se olvidan a lo largo de los años, pero no así el horror, el miedo y la sensación de desolación que acechan con frecuencia el presente de la persona traumatizada.
Las claves más importantes en la sanación del trauma, es que, necesitamos a los demás para sentirnos nuevamente seguros y mejor. También, necesitamos conectar nuevamente con la alegría de la vida, por lo que precisamos realizar actividades que nos den gozo.
El terapeuta no siempre tendrá las herramientas que una persona traumatizada necesita y ante ello debemos ser humildes. Bessel Van Der Kolk.
Con mucho amor, Ximena.
Referencias
El cuerpo recuerda. Babette Rothschild
El cuerpo lleva la cuenta. Bessel van der Kolk