La herida materna radica en el no habernos sentido amadas como necesitábamos serlo cuando niñas, lo que genera una brecha, cuyas consecuencias se expanden hasta la vida adulta.
Esta brecha se siente como algo que me falta y como un gran vacío que necesito llenar a costa de todo, incluso esto me cause daño o me menoscabe. Por lo que me puede conducir a desarrollar relaciones tóxicas, adicciones, patrones autodestructivos o dependencia emocional.
Sanamos la relación con nuestra madre, por lo tanto, cuando reparamos el dolor de la brecha infantil y nos hacemos cargo de compensar el vacío de nuestra historía de una manera saludable. Esto es, maternandonos a nosotras mismas, y sosteniendo un camino donde se ofrendan aquellos dones más preciados para realizar lo que más no da gozo y plenitud hasta convertirnos en mujeres libres y auténticas.
Así también sanamos cuando nos disponemos a hacer el acto simbólico de tomar la vida en las propias manos. Lo que implica, que desde una posible necesidad personal de sostener o salvar a nuestra madre, desde el amor ciego de la niña interna, redirigimos la energía vital hacia nosotras y para maternarnos a nosotras.
Esto implica rendición ante el deseo impetuoso de salvar a mamá de su propia historia y dolor, para darte cuenta de que esto es una batalla incesantemente pérdida. Esa parte del camino la necesita hacer ella, y soltar su sanación es liberar una pesada y tortuosa carga que no necesitamos asumir. Confiar en su capacidad de lidiar con las dificultades de su camino curativo, es honrar el orden que ocupa ella como madre respecto a mí.
Debemos saber que hagamos el esfuerzo que hagamos, la lucha por compensar sus sacrificios y cargar sus dolores no sanados, incluso desde nuestra gestación y nacimiento, nos confundirá en nuestro propósito de vida y terminaremos siendo unas mujeres cansadas y desvitalizadas.
El hacer el movimiento interno, de tomar la vida en nuestras manos, para hacer a través de esta, lo que mejor podamos buscando la propia dicha, no es un movimiento fácil. Requiere atravesar, la mayoría de las veces, un túnel oscuro y pesado, desde el cual se encarnan sentimientos como la culpa, el miedo y la sensación de estar traicionando a la propia madre. Se puede sentir como un desgarro profundo en el corazón.
“Esta primera separación se siente frecuentemente más como un desmembramiento que como una liberación”. Maureen Murdock
Es aquí que desde lo más hondo de la psique aparece el miedo a dejar de pertenecer, con lo cual se elige dar un paso atrás en lo que resulta real y auténtico para sí misma, eligiendo en este caso las fidelidades al sistema y por ende las fidelidades hacia la madre, que nos llevan al intento de hacernos cargo de su dolor.
En definitiva optamos por renunciar a nosotras mismas, antes que renunciar a nuestra madre.
“Muchas hijas experimentan un conflicto entre querer una vida más libre que la de sus madres y querer al mismo tiempo, su amor y aprobación. Desean ir más allá que sus madres, a pesar al miedo al riesgo de perder su amor”. Maureen Murdock
La renuncia materna
Cuando nuestra madre, ha debido renunciar a sus proyectos, sueños y objetivos personales con tal de gestarnos y criarnos, o así también, ha tenido una difícil situación de embarazo y dar a luz, entonces en nuestro inconsciente se guarda la idea de que “le debemos” algo a nuestra madre, y por ende ofrendamos nuestra vida a ella, con tal de pagar nuestra culpa.
Esta es la mirada que nos plantean las constelaciones familiares, y de acuerdo a ello, lo que más nos libera y nos impulsa es la mala consciencia. Esto implica, el que podamos hacer algo diferente a la tradición heredada desde el linaje familiar. Con la mala consciencia me siento culpable, siento que dejo de pertenecer, mi consciencia está intranquila, estoy contraponiendo ante fidelidades ancestrales. Con la buena consciencia acato las fidelidades, ayudo a mis ancestros a cargar su peso y me siento inocente.
En cuanto a esto, ocurre que muchas mujeres, no pueden tomar su vida entre sus manos, puesto que viven enclaustradas en fidelidades nocivas hacia sus madres. Lo más doloroso es que esto, conlleva a que el propósito de vida de cada mujer no sea realizado y los sueños queden en imágenes frustradas.
Para realizar nuestros proyectos y sueños, precisamos de la misma energía vital que ocupamos en nuestras fidelidades familiares, por lo tanto, al liberarnos de cada una de las cargas ancestrales que nos llevan a repetir historias dolorosas de nuestro sistema familiar, disponemos de la claridad, liviandad y energía vital suficiente para crear la propia vida.
Al sanar la herida con nuestra madre, y asumir que cargar su dolor personal es algo demasiado grande para nosotras, simbólicamente tomamos las riendas de nuestra vida, asumiéndonos como mujeres adultas capaces de decidir como quieren crearse a sí mismas.
Maternar a mi madre, y desear salvarla de su sufrimiento es un deseo de inmenso amor de mi niña interna. Sin embargo, esta dimensión de la herida materna es una de las que más coarta el camino de la mujer adulta en su desarrollo personal y profesional.
Necesitamos hacer el movimiento interno de soltar las cargas que hemos asumido por amor, y abrir nuestro corazón a la vida que se nos presenta disponible para crearla de acuerdo a los anhelos genuinos de nuestra alma.
En este camino de, reconocer fidelidades a tu madre, liberarte de las cadenas y seguir la voz de tu propio corazón, te invito a ser paciente y persistente. Pues es un proceso paulatino que va ocurriendo a medida que vamos animándonos a transitar nuestro camino terapéutico. En ello te transformarás en la mujer que viniste a ser.
Con amor inmenso, Ximena
2 comentarios en «Sanar la herida con la madre para concretar nuestros proyectos y sueños»
Me encantó este artículo me parece muy claro y cierto, como podemos ayudar a las niñas cuando observamos que desde muy pequeñas tienen ya este tipo de lealtades?
Me parece que el artículo es de gran importancia
Gracias por leer el artículo enseñándoles la coherencia a través de su práctica, de forma que a través del modelado ellas aprendan la importancia de ser fieles a sí mismas.