Sanar la herida con la madre es un camino progresivo y en etapas. Transitando cada una de ellas, nos vamos conociendo con mayor profundidad a nosotras mismas. Nos descubrimos y reconstruimos a la vez.
En cada etapa de este camino curativo, reconozco partes de mí que no había asumido hasta ahora.
Por otro lado, reconocer donde me encuentro hoy respecto a la sanación de mi herida materna, validando los sentimientos que afloran, me ayuda a identificar las herramientas idóneas, para maternar a la mujer actual.
Por ende, a la larga el proceso me conlleva a vislumbrar, cómo cuidarme en el presente y también me da claridad de los próximos pasos que necesito dar en mi camino.
En este tránsito de autocuidado, la aparición de la rabia ocupa un lugar esencial y sagrado.
Este es un sentimiento que nos moviliza, nos impulsa, nos incita a hacernos cargo de aquello que hasta ahora no hemos podido. Nos muestra cómo decir aquello que no hemos expresado y permanece guardado. Nos obliga a marcar los límites que resultan no negociables, y finalmente, nos ayuda a otorgarnos el lugar de mujer adulta que nos merecemos, ya que la rabia promueve el tránsito desde la niña herida hacia la madre interior sabia y salvaje.
Dice Ricard Montseny en su libro El camino de la sanación emocional: “La rabia es una defensa emocional sana, que consiste en un movimiento de energía hacia el exterior, y es de carácter masculino: de dentro hacia afuera […] entendida originalmente como un movimiento hacia adelante”.
En caso de heridas profundas, la rabia es el fuego sagrado que da a la mujer adulta la fuerza y el calor necesarios, para maternarse a sí misma.
La rabia, es un sentimiento que emerge desde lo más profundo del corazón de la niña interna. Muchas veces aparece en el presente como un volcán en erupción que ha permanecido muchos años inactivo a causa de la represión. Sin embargo, está esperando silencioso su momento para activarse y emerger. Para alcanzar la fuerza necesaria, que lleve a cada mujer a sacar la voz con lo que le resulta importante.
Cuando el volcán ha estado dormido durante un largo tiempo, puede activarse por detonantes externos que movilizan el dolor de la herida inicial, y así también, por el tránsito de procesos terapéuticos que nos lleven a espacios internos tan profundos, como aquel donde escondemos nuestra herida.
Sentir la rabia que durante tanto tiempo ha estado congelada es un signo de cura, es la señal de que aún tenemos la esperanza de descongelarnos para movernos hacia los lugares que precisamos.
Me encantaría invitarte a que te preguntes a ti misma, ¿Qué puedes aprender de la rabia que emerge desde tu proceso curativo?
Si en nuestro proceso de sanar lo herido, descubrimos que existe la sagrada rabia, lo primero es aceptarla y darle un lugar. Mirar el volcán que habita a la niña interna y reconocer la manera en que esta necesita drenar su contenido emocional hacia la superficie, se torna crucial para poder continuar avanzando hacia nuevas etapas del camino curativo, allí donde aparecerán sentimientos como la aceptación y la compasión.
Bethany Webster nos plantea en su libro Sanar la herida materna. “Estamos restableciendo un equilibrio. Y para restaurarlo tenemos que dar voz a lo que ha estado silenciado, tenemos que hacer espacio para que el dolor sea legitimado y empatizado. Esa es una pieza radical y esencial de este trabajo […] Si nos apresuramos a la gratitud y a la honra de la madre demasiado rápido, corremos el riesgo de no hacer la desintoxicación necesaria para que surja una gratitud genuina”.
Lo cierto es que no podemos avanzar hacia una sana relación con nosotras mismas, y un saludable estilo de automaternaje, sin sanar la herida con la madre.
Hacernos cargo de lo que nos duele, implica habitar lo incómodo, lo frustrante y aquello que nos inunda de una ira inmensa, incluso como un deseo profundo de destruirlo todo.
El volcán activo de la niña interna necesita lugar. Sin embargo, debemos mantenernos muy lúcidas para que ese contenido emocional, altamente destructivo, salga a la luz de manera que no cause daño en terceros, sino que sea una fuente de energía que nos mueve a dar voz a lo que urgentemente necesitamos.
La rabia es uno de los mejores aliados de la mujer en su camino de sanación de la herida materna, ya que la posiciona en el lugar que en el presente precisa ocupar.
¿Qué podemos hacer frente a la rabia?
Si me otorgo la posibilidad de participar de un espacio terapéutico, mi rabia podrá ser sacada a la luz en un entorno profesional, contenido y cuidado.
Una vez activada la rabia, necesitamos permanecer sumamente lúcidas, de los espacios o personas donde la proyectamos, pues muchas veces, la pareja, los hijos u otras personas cercanas, pueden resultar el blanco perfecto para sacarla, lo que puede causar nuevas heridas en la relación.
Cuando la rabia aparece e inunda el cuerpo, se requiere mucha lucidez para encontrar la forma de expresarla.
Finalmente, tienes que saber que, no necesitas ser la niña buena para ser amada y aceptada, tu rabia sagrada necesita un lugar. Y quizás para sanar tienes que estar un momento enojada con el mundo.
Si leíste hasta aquí te invito a reconocer:
¿Cómo te ves a ti misma en la expresión de tu rabia?
¿Con quiénes está enojada tu niña interna?
¿Qué la hace estar tan enojada?
¿Qué es lo que necesitas expresar para liberarte a ti misma?
¿Qué es lo que tu sagrada rabia te viene a mostrar?
Con inmenso amor.
Ximena