Desde pequeña solía inmiscuirme en las reuniones de las mujeres de mi familia, me cautivaba escuchar sus alegres conversaciones, siempre acompañadas con mate y algo dulce para comer. Entre risas y largas tardes junto al brasero hablaban de la vida, los hijos, los maridos, el ser mujer etc. De vez en cuando salía a la mesa el tema de «enfermarse», lo cual decían que traía malestares y problemas a sus vidas. Yo por mi parte con sólo 6 años en el cuerpo no quería ser parte de esa enfermedad por ningún motivo. Pero lo que no sabía era que crecer con este sentimiento de negación traería ciertas consecuencias a mi vida y salud en general.
Cuando comencé hace ya más de un año a entregar talleres terapéuticos para mujeres, pude notar la gran cantidad de dolencias presentes a nivel ginecológico, sobre todo aquellas referentes a la menstruación. Síndrome pre-menstrual, cólicos e incluso ausencia de sangrado eran los malestares más comunes. Ante esto, y gracias al trabajo conjunto con las participantes de los talleres, la mayor parte del tiempo lográbamos concluir que estos problemas tenían una directa relación con paradigmas negativos respecto al útero, el ser mujer, la sexualidad, y el ciclo menstrual femenino, los que podían ser recibidos a través de la familia, la cultura y el credo, o incluso generarse a causa de vivencias traumáticas.
Y no es que las mujeres deseemos estar peleadas con lo más íntimo de nosotras mismas, sino que estamos inmersas en un contexto social que desde pequeñas nos lleva a disimular, ignorar y hasta repudiar la sangre menstrual. Es cosa de observar con ojo crítico la publicidad de toallas higiénicas que en lugar de verter un líquido rojo sobre el producto muestran uno verde o azul como si se tratase de sangre alienígena. Y en lugar de decir días de sangrado lo presentan cómo «esos días» casi planteando la menstruación como «la terrible» o «la innombrable».
La aparición de sentimientos de rechazo y vergüenza son los que desencadenan desordenes hormonales, que a su vez ocasionan que miles de mujeres sufran terribles crisis durante la menstruación, llegando incluso a estados invalidantes que les impiden realizar sus actividades con normalidad. Así se inicia un círculo vicioso donde el vivir días espantosos durante el sangrado genera mayor rechazo hacia este proceso, ocasionando a lo largo del tiempo un malestar que va en progresivo aumento.
Si bien es verdad que muchas de nosotras cuando menstruamos estamos más cansadas y con menos energía, lo normal es vivir este proceso de forma tranquila y relajada puesto que es un momento de limpieza del organismo, en que se eliminan toxinas y desechos fisiológicos, además de las emociones no canalizadas durante el mes. Por lo tanto, si usted vive una menstruación tormentosa le invito a vivenciar el sangrado como un momento quenos conduce al retiro, la reflexión y en definitiva a bajar el ritmo de vida, pues he podido observar con mi trabajo y en mi propio cuerpo que un cambio de paradigma conlleva mejorías en la presencia de síndrome pre-menstrual y menstruaciones dolorosas, armonizando incluso la salud en general. Siempre considere que no escuchar al cuerpo y el negarle la necesidad de descansar durante la menstruación conlleva la aparición de molestias en la salud.
Por mi parte el cambio de paradigma implicó desde atreverme a hablar de temas menstruales con cualquier ser humano, hasta esperar mi período positivamente, experimentándolo como una fuente de poder, creatividad e intuición. Pues nuestros ancestros veían a las mujeres cómo portadoras de un don que las unía a los grandes ciclos de la vida y la tierra, y éste era la sangre menstrual que era reconocida y experimentada como sagrada.
Personalmente la menstruación ya no es una enfermedad (cómo siempre les escuche a mi madre, tías y abuela), sino un momento de introspección y espiritualidad maravilloso en que podemos dirigir las energías hacia adentro y conectarnos con lo profundo de nosotras mismas.